3 – NOVIEMBRE

Matutina: Juan 8:32

Meridiana: Salmo 57

Vespertina: Gálatas 5:1

EL CHOFER ESTABA ENFERMO

Me encontraba ese día en las calles de Maracaibo, Venezuela, ocupado en algunas diligencias encomendadas por la Iglesia. Tomamos un “carrito por puesto” (como se le llama en Venezuela a los automóviles que se dedican al transporte selectivo de pasajeros), para que nos trasladara a cierto lugar de la ciudad.

El chofer, un hombre como de unos cuarenta y cinco años, de semblante pálido y rostro bastante arrugado, hablaba con un amigo que iba a su lado: “El médico me ha dicho que debo dejar todos los vicios si deseo recuperar la salud. No he podido dejar de fumar cigarrillos, por muchos esfuerzos que he hecho”.

Su apariencia hablaba elocuentemente de la enfermedad que le estaba destruyendo el organismo. A pesar de ello, se encuentra como encadenado por un vicio. ¿Cómo es posible, me preguntaba, que un hombre no pueda vencer algo que parece tan insignificante? Pensé en la dicha que tenemos los que hemos encontrado en Cristo la libertad de todos los vicios y contaminaciones.

Mucha razón tiene Jesús cuando nos dice en su doctrina: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará”. Juan 8:32. El pecador vive aprisionado por mil pasiones y debilidades, aunque a veces, se considere “muy libre”. No desea sujetarse a las leyes de Dios o a “normas de vida puritana”, porque no quiere compromisos con la religión. Sin embargo, es víctima de vicios o defectos morales que lo ridiculizan y lo convierten en un ser sin voluntad.

Son muchas las cosas que tienen a los hombres atados; son muchas las cadenas que los pecadores tienen que romper; pero ante esa circunstancia, sólo hay una respuesta razonable: JESÚS.

-Luis Cruz Lara

¡Cristo es el gran libertador; su Palabra, la solución!