4 – NOVIEMBRE
Matutina: Mateo 12:33,34
Meridiana: Salmo 57
Vespertina: Mateo 12:35-37
CONSAGRÉMONOS
Hemos hablado mucho, tanto, que, si pusiéramos en práctica todo lo que hemos dicho, nuestra salvación sería segura. ¡Cuántas cosas grandes! ¡Qué tesoros más valiosos! Si olvidamos lo que hemos hablado, se cumplirá en nosotros la sentencia del Maestro: “Por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:35.
¡Cómo hemos escuchado cosas grandes y sublimes! Nuestro corazón ha latido apresuradamente de emoción incontenible; hemos llorado al oír palabras inefables con rico sabor de paraíso, y es por ello nuestra culpabilidad si no corremos a consagrarnos hoy. De nuevo se actualiza la amonestación bíblica: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”. Meditemos pues…
Y… ¿qué diremos de las cosas que hemos visto? “Lo que ojo nunca vio” lo han contemplado nuestros ojos espirituales. Un día, como los ciegos de Jericó, nuestras pupilas se iluminaron al implorar la misericordia del Señor. Y… ¡cuántas cosas lindas hemos visto! Hemos visto un rebaño y un pastor; y como Simeón, llenos de regocijo, hemos contemplado la salvación en Cristo; y al igual que Moisés hemos vislumbrado, desde sus inmediaciones, la “tierra de promisión”. ¿Quién de nosotros no ha visto el maná caer, la peña dar agua, la sombra de Dios en el día candente, y el resplandor de su gloria en torno a nuestras noches tormentosas en la peregrinación? Entonces, es justo también que veamos la gran necesidad que tienen nuestras almas de una entera consagración.
Lo que hemos hablado, visto y oído nos dice a la conciencia: ¡Conságrense!
-Luis Cruz Lara
Como latigazos en el alma, una voz nos ordena
en forma enérgica: ¡Conságrense!
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