16 – NOVIEMBRE
Matutina: Lucas 3:22
Meridiana: Salmo 57
Vespertina: Hechos 7:30
ERA UN ÁNGEL
Lo vi venir en forma de inmaterial lumbrera, y al hacerse perceptible a mi pobre visión, cobró forma de divino infante… No dijo una sola palabra, y su mirada silenciosa me hablaba mucho.
En sus ojos había un lenguaje de célica ternura, y en su expresión callada se podía adivinar este mensaje: “El ángel del Señor acampa en derredor de su pueblo, y los defiende”. Salmo 34:7.
Y al convencerme de su celestial procedencia, le hice mi sagrada petición: “Señor, ten misericordia de nosotros. ¡Ayúdanos, Señor! Ten piedad de tu iglesia”.
Mientras yo hablaba suplicante, su mirada se hacía aún más tierna y sublime. Él no dijo nada, pero yo sé que aquel niño era un ángel.
Y… aquella madrugada desperté, después de oír una voz dulce y sonora, que decía: “Porque allí donde la Paloma está, hay paz. Porque allí donde la Paloma mora siempre hay paz. ¡Siempre!”
¡Qué despertar tan hermoso! ¡Qué paz más sublime en el alma! ¡Cuánta grandeza espiritual encerraban aquellas benditas palabras! ¡Qué tremenda lección para los cristianos!
¡Paloma de la paz! ¡Símbolo sagrado del Espíritu de Dios!
Porque allí donde hay perturbación y contienda, ella no está. Donde hay cristianos en guerra, la Paloma gime lastimeramente por su ausencia.
“Porque allí donde la Paloma está, hay paz. ¡Porque allí donde la Paloma mora, siempre hay paz! ¡Siempre!”
-Luis Cruz Lara
¡Cuidado, ungido de Dios! Que el nido
de la Paloma no sea ocupado por aves de rapiña.
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