19 – NOVIEMBRE

Matutina: Salmo 133

Meridiana: Salmo 57

Vespertina: 1 Pedro 2:9

AQUEL SÁBADO EN LA TARDE

Aquel sábado en la tarde me encontraba solo, algo triste o melancólico; en uno de esos momentos que abundan en el exilio, miré como Balaán, desde lejos, la gloria y hermosura del pueblo del Señor, y quise acercarme a Dios en dulce comunión.

Tomé el Himnario e hice un esfuerzo por cantar. Con voz entrecortada por el quebranto, y mientras las lágrimas corrían por mi rostro, traté de entonar las estrofas de un himno.

Repentinamente comenzaron a llegar dulces recuerdos e imágenes amadas a mi mente.

Vi las gloriosas figuras de los hombres que más han hecho por mi vida espiritual y recordándolos, lloraba. Desfilaron por mi mente, como si fuera un sagrado escenario, vidas ilustres de mi gloriosa iglesia: Ángel María Hernández… Arturo Rangel… ¡Qué hombres! ¡Qué apóstoles! ¡Qué vidas! Sus huellas serán mi derrotero espiritual en la tierra, Dios mediante.

¡Florentino Almeida! “¿Podría olvidarme del amado orientador, compañero y padre de mis primeros cuatro años de vida misionera?”

¡José Rangel! “Angustia tengo por ti, hermano mío, Jonatán…”

En alas del recuerdo salté el Atlántico y me vi dentro de ellos. ¡Qué gloria! Allí, en el salón de Conferencias, canté con ellos:

“Dios os guarde en su santo amor, con su gracia Él os sostenga…”

En imaginaria “cadena” les estreché la mano con todo el corazón. Vi un coro grande de almas puras en ese símbolo trascendental de la indestructible unidad del “especial tesoro de Dios”. Y… ya no estaba solo.

-Luis Cruz Lara

La gratitud se da cuando la memoria se almacena

en el corazón y no en la mente. -Lionel Hampton