20 – NOVIEMBRE
Matutina: Juan 4:13,14
Meridiana: Salmo 57
Vespertina: Lucas 1:47-50
JUNTO AL BROCAL DEL POZO, LLORÉ
Aquella noche sagrada, junto a mi querida madre, visité la tierra humilde donde nací.
Un insignificante barrio rural, para mí inolvidable, del pueblo de Guanajay, en la provincia de Pinar del Río, Cuba. Recorrimos juntos los lugares que frecuenté cuando niño.
Vi la vieja ceiba, bajo cuya sombra tantas veces jugué en compañía de mis primeros amigos. En las aberturas de su generoso tronco solíamos esconder las frutas verdes, para recogerlas maduras después.
Las lágrimas corrían por mi rostro mientras pensaba en las maravillas de Dios. “El que beba de estas aguas volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás”. Efectivamente, no me ha defraudado Dios; por eso, sus caminos son el gran amor de mi vida. Ha sido tanta la paz disfrutada, ha sido tan abundante la misericordia e innumerables las bendiciones, que quisiera tener muchas vidas para todas consagrarlas al servicio de Dios.
Yo también puedo afirmar como la histórica muchacha de Nazaret: “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso y santo es su nombre”.
Razón tenía Pablo cuando hablaba apasionado de su gloriosa conversión. El gran recuerdo de su vida; el preámbulo poderoso de sus encendidos discursos, estaba en el histórico “camino de Damasco”.
¿Quién, que haya conocido a Dios no recordará, con gloria, los tiempos felices de su llamamiento? Mi vida comenzó a tener razón y objetivo aquel inolvidable día 22 de febrero de 1953, fecha gloriosa en que me decidí por Dios.
Junto al brocal del pozo lloraba conmovido pensando en la bondad de Dios, cuando emocionado desperté.
-Luis Cruz Lara
La gratitud es señal de las almas nobles. -Esopo
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