9 – FEBRERO

Matutina: Salmo 11

Meridiana: Salmo 2

Vespertina: Salmo 101

EL OJO QUE TODO LO VE

El maestro llevó delante de la clase una pecera de cristal donde nadaba un pececillo. “Decidme, niños”, les preguntó el maestro, “¿qué haría este pececillo para esconderse de vosotros?” “¡Nada!” -gritaron los niños. “¿Por qué no?” -insistió el maestro. Y los niños respondieron: “Porque nosotros lo podemos ver a cada momento a través del cristal”.
Sí, era verdad, el pececillo nada podía hacer para esconderse de los ojos de ellos, y nosotros tampoco podemos escondernos del ojo de Dios, quien está viendo a cada instante todo lo que hay en nuestro corazón: “… sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Sal. 11:4).
Los humanos, cuando hacemos algo malo, tratamos de escondernos, como hizo Adam (Gn. 3:8-11), o como Giezi (2Rey.5:20-27). Ambos olvidaban que todo está descubierto a los ojos de Dios. Él está en todas partes, por eso Él sabe todas las cosas, aun lo más secreto de nuestros pensamientos. Él conoce también nuestros pecados, ¡cuán insensato es pretender ocultárselos! Pero Él está dispuesto a perdonarnos si con sinceridad nos arrepentimos y se los confesamos. ¿Lo ha hecho ya? Si no, ¿a qué espera? Él tiene un libro que será abierto en el último día y revelará todas nuestras acciones buenas o malas (Apo.20:12) Recordemos: “El ojo de Dios todo lo ve”.

-María R. Ariase 

Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra.