28 – SEPTIEMBRE
Matutina: Juan 13:13-15
Meridiana: Salmo 75
Vespertina: Juan 15:9-12
EL MAESTRO DE GALILEA
Muchos hombres en distintas partes del mundo se han levantado alzando su voz y empuñando la pluma para enseñar a los pueblos doctrinas morales e instructivas, que en algo han contribuido al avance de la cultura y la civilización del planeta. Pero los hombres, de lo que más imperiosa necesidad tienen, no es precisamente que puedan poseer buenas facultades intelectuales, sino lo que necesitan de veras es cultivar las virtudes del corazón.
Quizá por eso dijo alguien: “Las doctrinas de otros maestros envejecen y pierden su frescura y actualidad con el transcurso de los años; la del Maestro de Galilea tiene inmarcesible lozanía”. Y la razón es la siguiente: Jesús no predicó con la mira de educar un pueblo intelectualmente; sino con la mira de educar y regenerar el espíritu y el alma de todas las razas del linaje humano.
Jesús predicó más que con palabras con su propia vida, las más bellas y sublimes enseñanzas de amor, fe, paz y misericordia. Su noble ejemplo le respaldó cuando una vez dijo a sus seguidores: “Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien porque lo soy”.
¿Qué Maestro podrá enseñar con la ternura de Jesús? ¿Qué otro personaje ha podido decir jamás: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”? ¿Qué orador podrá predicar un mensaje de humildad, como lo hizo el niño Jesús, aún sin hablar, en el pesebre de Belén? ¿Cuál fue el sabio que olvidó su jerarquía divina para lavar los pies a sus discípulos? ¿Dónde está el científico que haya podido enseñar a los hombres la solución para enfrentarse a la muerte con esperanza de gloria? Solo el Maestro de Galilea.
-Luis Cruz Lara
La doctrina de Jesús está respaldada desde el mismo cielo.
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