29 – SEPTIEMBRE
Matutina: Efesios 3:17-19
Meridiana: Salmo 75
Vespertina: Tito 3:4
EL AMOR DE DIOS
Hay un factor muy grande en nuestras vidas, que a veces menospreciamos indiferentes: la salud. Cuando más vigorosos y felices estamos en la vida, y nos parece que somos fuertes como un mundo y claros como el sol, la salud quedamente nos dirá al oído: “Yo soy de Dios y Dios es amor”. Casi todos, cuando nos visita la enfermedad, nos sentimos tristes y abatidos, olvidando ciertamente que “el Padre, al que ama castiga y azota a cualquiera que recibe por hijo”. Por tanto, hasta el lecho de aflicción llegará una voz diciéndonos: “Dios es amor”.
Cuando tú ves que cerca de ti pasan los féretros llevando a los finados, alza tu vista al cielo y repite las palabras de Juan el Apóstol: “Dios es amor”.
¿No bastaba con estas grandes pruebas del amor de Dios para que los hombres dejaran de pecar? Parece que no. Era por tanto necesario una prueba suprema, infinitamente mayor. Hela aquí: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¡Su único Hijo! Dejó su trono para hacer patente el amor de Dios entre los hombres. Los que son padres conocen perfectamente que el Señor pagó un alto precio por salvar a la miserable raza humana. ¡La ofrenda de un Hijo inocente!
Por amor Cristo bajó hasta un lugar tan bajo. ¡Maravilloso amor de Dios!
-Luis Cruz Lara
Por su amor todas las naciones del orbe tienen los mismos
privilegios para entrar en el reino de los cielos.
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