15 – NOVIEMBRE

Matutina: Mateo 9:9

Meridiana: Salmo 57

Vespertina: Marcos 1:16-18

ADIÓS AL MUNDO

Fue a mediados del año 1952, al principio del gran renacimiento que comenzaba a operarse en mi vida. Trabajaba yo en aquel entonces en la calle “Ánimas”, esquina a “Perseverancia” en La Habana, Cuba, como empleado del comercio. Contaba yo la edad de 17 años cuando sentí que en mi corazón sucedía lo que, por lo regular, sucede a muchos jóvenes en los años de la adolescencia: ¡Ansia suprema de ensanchar nuestros horizontes!

Mi estancia en la capital del país me había enseñado mucho, y la vida del comercio la abominaba. Pensé en adquirir algún negocito propio y establecerme en algún lugar de la ciudad, pero pronto esta idea desapareció de mi mente. Luego me dije: estudiando sin tregua en mis horas de descanso, es muy posible que muy pronto obtenga un título que me permitirá alcanzar una buena posición en la sociedad. Fue precisamente en ese momento cuando vino a mi mente la vida de muchos profesionales que yo conocía y con los cuales me relacioné, y pronto pude comprender que ellos también eran infelices. ¿Por qué? Porque no son los títulos ni las buenas posiciones lo que hace felices a los hombres. Miré desde el punto de vista humano hacia todos los ángulos, y todo lo vi monótono y sombrío.

Y cuando más horrible era mi desesperación ¡un rayo de luz divina rompió la lobreguez de las tinieblas! ¡Apareció el ideal! ¡El más grandioso de todos los ideales! Jesucristo, el que cambió los rumbos de los hombres, me decía con llamamiento urgente: “Sígueme, e id por todo el mundo en pos de las almas perdidas”.

Una nueva esperanza brilló en mi alma, el panorama se tornó dorado y la vida me lució interesante.

-Luis Cruz Lara

Sólo aquellos que se arriesgan a ir lejos,

pueden averiguar hasta dónde se puede ir. -T. Eliot