17 – NOVIEMBRE

Matutina: 1 Pedro 1:13-23

Meridiana: Salmo 57

Vespertina: 1 Pedro 2:11,12

A SOLAS CON DIOS EN EL GOLFO DE PANAMÁ

Era aproximadamente las diez de la noche cuando, a bordo del “Nuevo Arcángel”, navegaba la “Quinta Expedición de Fuego”, rumbo a la provincia de Darién.

Después de acomodar a todos los hermanos, en los pocos camarotes que había disponibles, coloqué mi hamaca en la cubierta, cerca de la proa, teniendo como techo un cielo limpio lleno de resplandecientes estrellas.

Sólo se oía el ruido del motor del barco y el susurro de las olas del Golfo, cuando sentado en mi hamaca contemplaba el firmamento. Todo era quietud y envuelto en dulce y sagrada experiencia espiritual, meditaba…

Vino a mi mente el pacto de Dios con Abraham, cuando este le pidió heredero: “Mira, -le dijo Dios- ahora a los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu simiente”.

Pensé en el temeroso encuentro de Jacob con su hermano Esaú, y en mi mente recobraron vida las palabras del glorioso patriarca: “Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová que me dijiste: vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias, y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; que con mi bordón pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos cuadrillas…” Un sentimiento santo me unió con aquellos gigantes del mundo luminoso de Dios.

Tan sublime era el momento y tan santa la experiencia, que de buena gana me hubiera gustado correr la suerte de Enoc o de Elías el profeta.

Una emoción dulce quebrantaba mi pecho, y una oración breve se me escapó del alma: “Señor, heme aquí en medio de este pueblo tuyo; dirige tú todas mis actuaciones en este país y usa mi vida para tu gloria”.

Esa noche inolvidable el Espíritu Santo me dijo en una solemne revelación: “Los astros siempre brillarán”.

-Luis Cruz Lara

El coraje no siempre ruge. A veces es esa voz pequeña, al final del día, que dice que voy a intentarlo de nuevo mañana. -Mary Anne Radmacher